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REDESCUBRIR EL "SECRETO" DE LA VITALIDAD DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS

Ante la aprobación del Estatuto del Camino Neocatecumenal.
El pasado domingo 17, unas cuatro mil personas de las Comunidades Neocatecumenales de Sevilla, celebraron en la Catedral, presididos por el Sr. Arzobispo Fr. Carlos Amigo, una Eucaristía de Acción de Gracias por la aprobación del Estatuto por la Santa Sede el pasado 29 de Junio. Kiko Argüello fue el iniciador del Camino Neocatecumenal, nueva realidad eclesial surgida en 1964 en las barracas de Palomeras Altas de Madrid. Siguen este Camino hoy un millón de personas en 16.700 comunidades esparcidas en 105 países, en 883 diócesis y 4.950 parroquias (las del Ave María y Montequinto, en Dos Hermanas).

 

Al servicio de la nueva evangelización

Ante los retos de nuestro mundo contemporáneo (con guerras, violencia y desequilibrios mundiales antes impensables, y el alejamiento,por parte de muchos, de la Iglesia), el Concilio Vaticano II (1962-65) se planteó, en fidelidad al mandato de Cristo, una profunda renovación de la Iglesia para intentar devolverle su belleza original despojándola de cuantas adherencias extrañas la desfiguraban y volviendo a las fuentes de la Iglesia primitiva.
Junto con otros muchos frutos del Concilio, el Espíritu Santo está suscitando numerosos Movimientos, Carismas y Nuevas Comunidades que convocan a miles de personas (muchos de ellos antes alejados del cristianismo) y que constituyen (junto con otras muchas realidades) una incalculable riqueza de fidelidad evangélica que va restaurando por todo el mundo el semblante de la Iglesia Católica para que el hombre de hoy pueda reconocer mejor en Élla el rostro del Señor Jesús Resucitado. 
A pesar de ello estas nuevas realidades eclesiales suelen ser recibidas con cierta reticencia en algunos ambientes, incluso cristianos, especialmente por el miedo ambiental desencadenado por el fenómeno de las sectas, lo que suscita en muchos el temor a ser víctimas de sus argucias o “comeduras de coco”. Desgraciadamente ese miedo, si es indiscriminado, puede hacer que algunas personas, al cerrarse sin distinción a todo “lo nuevo” que Dios suscita en la Iglesia, se puedan ver privadas, en cambio, del enriquecimiento espiritual y humano que estos Movimientos, Carismas y Nuevas Comunidades cristianas les supondría. Por eso nos tiene que inspirar total seguridad el hecho de que estos Carismas tienen necesidad de ir siendo discernidos por el Magisterio de la Iglesia para ser reconocidos como auténticos frutos del Espíritu Santo (purificando, en su caso, en ellos cuanto sea oportuno) o, en caso contrario, rechazados como falsos.
Uno de estos procesos es el que precisamente ha concluido felizmente el pasado 29 de Junio con la aprobación, por la Santa Sede, del Estatuto del Camino Neocatecumenal. Así, las conocidas como Comunidades Neocatecumenales, son aprobadas como un Catecumenado o itinerario de iniciación (crecimiento) cristiana puesto al servicio de todos los Obispos y Párrocos para la renovación de las Parroquias a fin de que, volviendo a la Fuente de los primeros cristianos, puedan desarrollarse pequeñas comunidades cristianas que den ante el mundo los signos de la fe que Jesús nos dejó para ser distinguidos como cristianos (el “ADN” o “DNI” de Cristo): el amor en la dimensión de la Cruz (“En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis como Yo os he amado”-hasta la muerte: Jn 13, 34s-) y la unidad (“Padre, que ellos sean uno, para que el mundo crea”-Jn 17, 21-).
Hoy son más de un millón de personas por todo el mundo las que, en el Camino Neocatecumenal, están viendo revivificado el Bautismo (Jesús en nosotros) que recibieron de niños y que permanecía en ellos hasta entonces como un “embrión congelado”; pero, desde que iniciaron este itinerario de fe (como en la Virgen María), van experimentando cómo Jesucristo Resucitado va creciendo en sus vidas y reconstruyendo cuanto en ellos estaba arruinado por el pecado. 

Un poco de historia

Para entender el significado de la aprobación del Estatuto del Camino Neocatecumenal es necesario tener en cuenta algunas etapas históricas fundamentales que la han precedido.
Nuestro Papa Juan Pablo II, por su experiencia personal de las dictaduras nazi y comunista, ve la Iglesia circundada por una nueva ola de paganismo expresado en las ideologías totalitarias del siglo XX.

La Iglesia y los cristianos son llamados a responder al peligro de una nueva barbarie mucho más grave que la antigua. Por su formación filosófica, Juan Pablo II subraya el hecho de que la fe cristiana debe manifestar una nueva forma de vida, un nuevo modo de amar y de ser libre, no sólo una mera religiosidad. En el núcleo del pontificado de Juan Pablo II encontramos la visión de una Iglesia que, liberada de dudas o autocomplacencias y dejando atrás todo triunfalismo, anima un impulso evangelizador, la nueva evangelizacion, para recristianizar países antes tradicionalmente cristianos, pero que están volviendo a caer en el paganismo.

En 1952, don Karol, joven sacerdote, escribió un articulo extraordinario por su actualidad, Catecumenado del siglo XX ,en el que, analizando la Vigilia Pascual, veía cómo el Bautismo (y su revivificación en quienes lo habían recibido infructuosamente) es la única posibilidad de un cambio de naturaleza, preparado por el previo recorrido del catecumenado.

Uno de los padres conciliares que más contribuyó al redescubrimiento de la iniciación cristiana, y por tanto del catecumenado, fue un joven obispo polaco, entonces auxiliar de Cracovia, monseñor Karol Wojtyla. En su intervención en el aula conciliar, en 1962, en la discusión sobre el texto de la constitución Sacrosanctum Concilium sobre la liturgia, sostuvo tesis que, en aquella época, eran revolucionarias: «La iniciación cristiana no se hace sólo con el Bautismo, sino a través de un catecumenado durante el que la persona adulta se prepara a vivir su vida como cristiano. Por eso, es evidente que la iniciación es algo más que la mera recepción del Bautismo».

Para monseñor Wojtyla este redescubrimiento del catecumenado, que ampliaba el concepto tradicional de la iniciación cristiana, era de la «máxima importancia, sobre todo en nuestra época, cuando incluso las personas ya bautizadas no han sido suficientemente iniciadas a la completa verdad de la vida cristiana». Incluso siendo testigo de la fe de la Iglesia polaca, él veía, sin embargo, con claridad la fragilidad de la cristiandad frente a la secularización y a la apostasía del hombre moderno. 

Analizando la Iglesia primitiva Wojtyla descubre, por tanto, que al centro de la evangelización estaba el testimonio personal y el catecumenado. Y precisamente porque se encuentra de nuevo en un mundo pagano, la Iglesia debe recuperar el catecumenado que, en la Iglesia primitiva, era el eje de la evangelización. 

El catecumenado, incluso para bautizados

Uno de las primeras decisiones del Concilio Vaticano II fue restablecer el catecumenado de los adultos como un proceso de gestación para recibir gradualmente una vida nueva (Sacrosanctum Concilium, 64). Esta decisión condujo, en 1972, a la promulgación del Rito de Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), que es un esquema que regula el proceso de la iniciación al Bautismo de los adultos. En su capítulo IV propone incluso la utilización de algunos ritos, propios del catecumenado, para la catequesis de adultos ya bautizados pero no suficientemente catequizados.
En los años sucesivos este punto, todavía marginal, empezó a tomar cada vez mayor importancia en los documentos magisteriales. Así Pablo VI, en 1975, en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, en el párrafo 44, concluía: «Es ya evidente que las condiciones actuales hacen cada vez más urgente que la instrucción catequética sea dada en forma de un catecumenado». Posteriormente, en 1979, Juan Pablo II, en la Exhortación apostólica Catechesi tradendae, en el párrafo 44, había dicho: «Nuestra preocupación pastoral y misionera se dirige a quienes, a pesar de haber nacido en un país cristiano, e incluso en un contexto sociologicamente cristiano, nunca han sido educados en su fe y, como adultos, son verdaderos catecúmenos». 
Finalmente, el Catecismo de la Iglesia católica, publicado en el año 1992, en el número 1231, ha formulado explícitamente la necesidad de un catecumenado post-bautismal para todos los bautizados: «Por su naturaleza misma, el Bautismo de los niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del necesario desarrollo de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona».

En pocos años se ha pasado del capítulo IV del RICA, que sugería sólo la posibilidad de usar algunas partes del catecumenado para los adultos ya bautizados pero no suficientemente catequizados, a una formulación que propone, para todos los que han sido bautizados de niños, la necesidad de un catecumenado post-bautismal en el que redescubran la fe a través de un itinerario catecumenal, de manera de que sean capaces de responder a los desafíos actuales.

Mientras monseñor Wojtyla y el Concilio (y posteriormente el Magisterio postconciliar) redescubrían la centralidad del catecumenado en el proceso de evangelización de los no bautizados y, gradualmente, también de los bautizados, en un barrio de barracas de la periferia de Madrid estaba teniendo lugar una experiencia concreta de catecumenado post-bautismal, gracias al trabajo conjunto de Kiko Argüello y Carmen Hernández. Kiko Argüello, un pintor español, tras una crisis existencial, descubrió en el sufrimiento de los inocentes el tremendo misterio de Cristo crucificado, presente en los últimos de la tierra. Esta experiencia le llevó a dejarlo todo y, siguiendo las huellas de Charles de Foucauld, se fue a vivir entre los pobres de las barracas de Palomeras Altas, en la periferia de Madrid. Carmen Hernández, también española, licenciada en química, que había estado en contacto con la renovación del Concilio Vaticano II a través de monseñor Pedro Farnés Scherer (liturgista) y que, llamada por el obispo, estaba tratando de formar un grupo para marchar a las misiones de Oruro (Bolivia), conoció a Kiko Argüello y quedo deslumbrada por aquella experiencia de ver como, entre los más pobres, iba tomando cuerpo una comunidad cristiana tan parecida a la de los primeros tiempos.

El Camino Neocatecumenal, fruto del Vaticano II

Mediante la colaboración de Kiko y Carmen empezó a tomar cuerpo un itinerario de formación de tipo catecumenal. Este modo concreto de realizar un catecumenado post-bautismal llegó a conocimiento de la jerarquía; en primer lugar del arzobispo de Madrid, monseñor Casimiro Morcillo, quien, visitando las barracas, constató la acción del Espíritu Santo y lo bendijo, viendo en él una actuación del Concilio, en el que había participado como uno de sus Secretarios Generales.
Posteriormente, en 1972, el neocatecumenado fue estudiado a fondo por la Congregación para el Culto Divino que estaba a punto de publicar el RICA. El entonces Secretario de la Congregación, monseñor Annibale Bugnini, y el grupo de expertos que estaban con él, quedaron impresionados al ver que lo que estaban elaborando desde hacía algunos años sobre el catecumenado para los adultos, el Espíritu Santo, partiendo de los pobres, lo estaba ya llevando a la práctica. Después de dos años de estudio de la praxis litúrgico-catequética del Camino Neocatecumenal, publicaron en Notitiae, la revista oficial de la Congregación, una nota laudatoria de la obra que estaba desarrollando el Camino Neocatecumenal en las parroquias, reconociendo en éste un don del Espíritu Santo para llevar a la práctica el Concilio. Con la Congregación se acordó el nombre: Neocatecumenado o Camino Neocatecumenal.

En 1974, diez años después del nacimiento del Camino, el Papa Pablo VI recibía en audiencia a Kiko, Carmen y al padre Mario con los párrocos y catequistas, reunidos en Roma, y, frente a algunas acusaciones que insinuaban sospechas de anabaptismo, de querer repetir el Bautismo, el Papa replicaba con gran fuerza y claridad: «Vivir y promover este despertar es lo que vosotros llamáis una forma de después del Bautismo que podrá renovar, en las comunidades cristianas de hoy, aquellos efectos de ma-durez y de profundización que en la Iglesia primitiva se realizaban en el período de preparación al Bautismo. Vosotros lo hacéis después: antes o después, diría, es secundario. El hecho es que vosotros miráis a la autenticidad, a la plenitud, a la coherencia, a la sinceridad de la vida cristiana, y esto es un mérito grandísimo, repito, que nos consuela enormemente». 
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El 2 de noviembre de 1980, hablando a las comunidades neocatecumenales, en la Parroquia de los Mártires Canadienses, en Roma, el Papa dijo: «Vivimos en un período de enfrentamiento radical que se impone por todas partes: fe y anti-fe, Evangelio y anti-Evangelio, Iglesia y anti-Iglesia, Dios y anti-Dios; no puede existir un anti-Dios, pero se puede crear en el hombre la negación radical de Dios. En nuestra época tenemos necesidad de redescubrir una fe radical, radicalmente entendida, radicalmente vivida y radicalmente realizada. Yo espero que vuestra experiencia haya nacido en esta perspectiva y pueda llevaros a una sana radicalización de nuestro cristianismo, de nuestra fe, a un auténtico radicalismo evangélico». 


Radicalismo evangélico

El 31 de enero de 1988, en el encuentro con las comunidades neocatecumenales de la parroquia romana de Santa Maria Goretti, Juan Pablo II formuló, con mayor precisión aún, la importancia del neocatecumenado para la Iglesia: «A través de vuestro Camino y de vuestras experiencias, se ve qué tesoro ha sido para la Iglesia el catecumenado como método de preparación para el Bautismo. Cuando nosotros estudiamos el Bautismo, vemos más claramente que la práctica en el día de hoy es cada vez más insuficiente, superficial. Sin el catecumenado previo, esta práctica es insuficiente, inadecuada, para el gran misterio de la fe y del amor de Dios que es el sacramento del Bautismo. Yo veo así la génesis del neocatecumenado: uno –no sé si Kiko o algún otro– se ha preguntado: ¿De dónde le venía la fuerza a la Iglesia primitiva? ¿Y de dónde proviene la debilidad de la Iglesia, mucho más numerosa, de hoy? Y yo creo que ha encontrado la respuesta en el catecumenado, en este Camino. Hay una manera, pienso, de reconstruir la parroquia basándose sobre la experiencia reconocer en el Camino Neocatecumenal un instrumento idóneo para este fin neocatecumenal».

Y, el pasado 21 de Septiembre , en un encuentro del Papa con los iniciadores y numerosos catequistas itinerantes del Camino Neocatecumenal, Juan Pablo II decía: “!Cómo no dar gracias al Señor por los frutos emanados del Camino Neocatecumenal en sus más de treinta años de existencia! En una sociedad secularizada como la nuestra, donde se propaga la indiferencia religiosa y muchas personas viven como si Dios no existiese, son numerosos quienes tienen necesidad de un nuevo redescubrimiento (...) especialmente del Bautismo (...). El Camino es sin duda una de las respuestas providenciales a esta urgente necesidad. Contemplamos vuestras comunidades: ¡Cuánto redescubrimiento de la belleza y de la grandeza de la vocación bautismal recibida! ¡Cuanta generosidad y celo por el anuncio del Evangelio de Jesucristo, en particular a los más alejados! ¡Cuantas vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa surgidas gracias a este itinerario de formación cristiana!” (Neocatechumenale Iter Statuta, DDB, Anexo, p 2, Bilbao 2002).

En definitiva, aquí lo que nos importa es resaltar que la aprobación de los Estatutos es el resultado de un largo proceso que ha llevado al magisterio de la Iglesia a ver, cada vez más, la necesidad de reevangelizar a los bautizados, discerniendo en el Camino Neocatecumenal un instrumento idóneo para este fin. El reconocimiento del Camino Neocatecumenal por la Santa Sede es, pues, una de las actuaciones concretas de las indicaciones del Magisterio postconciliar y el cumplimiento de una de las exigencias más sentidas por Juan Pablo II, quedando así proclamada oficialmente por el Papa la plena eclesialidad de este carisma y su idoneidad para responder a su llamada a la Nueva Evangelización.

Ángel Sánchez Solís
Párroco